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Ruta por Bulgaria: mi viaje improbable

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Sueñas con irte, ¿un aire de libertad?  Yo también. 

Por eso organicé una ruta por Bulgaria con una amiga. 

Pero fue más sorprendente de lo que me esperaba…


Marzo 2018, decisión de una ruta por Bulgaria:



Chloé y yo decidimos irnos de viaje entre amigas. entusiasmadas con la idea de viajar y de vivir juntas durante 2 semanas, aquí estamos, planificando todo para irnos a mediados de junio, antes de que empiece la temporada turística. Empiezo entonces a buscar los top destinos para viajar barato en Francia, pero después de haber leído un relato increíble sobre un viaje a México, he decidido expandir mis horizontes.

Buscamos pues el mejor sitio donde ir, nuestra primera intención siendo salir de nuestra zona de confort y exponernos a más exotismo. 

Chloé me propone hacer una ruta por Bulgaria.
Para mi es un no. He oído demasiadas malas historias sobre los países del Este, mujeres que son raptadas y que nunca vuelven a casa. Estoy segura, este destino no me llama la atención para nada.

Continuo buscando ideas para este viaje entre amigas pero Chloé vuelvo con lo suyo:
“Por favor, Bulgariaaa, parece ser precioso! Y además, estas historias de secuestros han pasado, eso era antes, ahora estoy segura de que es más seguro que en Francia.” Me expone todo lo atractivo de la ciudad como si fuera a pasar un examen,y  con fotos de los sitios magníficos y con argumentos indeseables.

Después de haberlo pensado, la verdad que sí parece bonito…y no estaré sola, es la ocasión perfecta para ir: viajar sola o ir  entre amigas, está claro que ni te cuestionas.

Por fin acepto su propuesta y acabamos buscando billetes de avión para el mes de junio y actividades que podríamos hacer.

Bulgaria es muy grande, decidimos alquilar un coche para hacer una especie de road trip. Reservamos las dos primeras noches en Sofía para dejarnos tiempo de organizarnos y planificar el resto de nuestro viaje según los destinos de cada día.


Junio de 2018, alla la aventura:

Por fin es el gran día, entusiasmadas con la idea de descubrir Bulgaria, aunque un poco estresadas por mis prejuicios personales, me encuentro con una Chloé impaciente en el aeropuerto. Un maletón y una mochila para las excursiones, lo hemos preparado todo para esta ruta por Bulgaria, al menos eso espero.

Con la salida en París, pasamos menos de tres horas en un avión antes de aterrizar en Sofía.

El aeropuerto es tan grande que no sabemos ni a donde ir, y una vez fuera, nos dirigimos hacia el servicio de alquiler para recuperar nuestro coche.

Instaladas en nuestra genial Citroën C3, nos vamos al hotel Central Point Boutique y nos quedamos asombradas con las vistas: la ciudad es preciosa.

Una pequeña suite con tres habitaciones, terraza y vista a la ciudad , que maravilla…
No, es broma, somos estudiantes y sin dinero, acabamos en una habitación básica con una cama doble que compartir.

Cansadas después de todo el trayecto hecho, nos hemos motivado para salir a comer. Entre Chloé que no quería comer pizza y yo, que solo como eso, es difícil encontrar un sitio que nos convenga a cada una. Pero con tanto hambre, acabamos poniéndonos de acuerdo: un restaurante pequeño, l’Izbata tavern, que propone platos típicos de la zona.

Con la barriga llena, volvimos andando por la noche para disfrutar del dulzor veraniego.


Descubrimiento de Sofía entre amigas:

Despertador a las 8h con el objetivo de visitar un máximo la ciudad durante el día antes de coger el coche para ir al Este del país, en dirección de Sozopol al día siguiente. empezamos por pasearnos por la ciudad para descubrir el centro, con sus grandes avenidas, y dirigiéndonos hacia la suntuosa e imponente catedral Alexander Nevski. Llegadas adelante, me quedo sin palabras, la arquitectura es increíble, finalmente esta ruta por Bulgaria era una buena idea.

Descubrimos después la iglesia Rusa de Sofía: la leyenda cuenta que si dejamos un papelito con un deseo escrito encima en la urna prevista para eso, el deseo se cumple.

Por respeto a la tradición, y las ganas de hacerlo, Chloé y yo dejámos cada una un deseo en la urna de madera.

Pasamos la tarde a deambular por las calles de la capital, disfrutando de los parques alrededor y de las plazas como la Plaza Santa Sofía, donde se puede ver una magnífica estatua de la Santa Sofía (Sveta Sofia), símbolo de la ciudad.

Vuelta al hotel hacia la 8h de la tarde, un poco antes de tomar el coche hacia el Este por la noche.

en el coche, conduzco hacia nuestro destino, chloé duerme en el asiento pasajero. Entre el paisaje que desfila rápidamente y la tranquilidad de la noche, disfruto de esta ruta por Bulgaria.

Llegamos a Sozopol, ciudad preciosa con una quasi isla, rodeada por el Mar Negro. Una vez nuestras maletas dejadas en el hotel que reservamos la noche anterior, nos vamos directamente a descubrir la ciudad. La mezcla de arquitectura, entre lo antiguo y lo moderno es simplemente increíble.


Un cambio de situación inesperado:

Pasamos el fin de semana en Sozopol, visitando los alrededores y las ciudades como Burgas a menos de una hora de allí.
Todo va muy bien finalmente. Hasta ahora, Chloé y yo no hemos tenido ningún problema, todo el mundo era muy simpático y nadie quería raptarnos. Me sentía bastante bien en Bulgaria finalmente.

Volvemos de comer cuando Chloé recibe una llamada de su madre. hablan un poco y Chloé se para de un golpe. Los ojos brillantes, dice unas palabras y cuelga antes de ponerse a llorar en mis brazos.
Después de calmarse, me explica la situación:
Su tío, que llevaba varios meses luchando contra tumores acababa de morirse e iba a ser enterrado el próximo lunes. Entonces me dice lo que ya le esperaba, pero no estaba lista para oírlo: “Voy a volver para el entierro, los siento, me necesitan allí no les puedo dejar solos”. Decepcionada pero entiendo la situación, y  estoy lista para volver a casa con ella y acabar esta ruta por Bulgaria. Buscamos luego un vuelo con salida en Sofía donde podríamos devolver el coche.


Una decisión difícil:


Mientras más pienso en la idea de volver, más me pongo triste. Empezaba justo a habituarme al país, no me apetece volver. ¿Pero quedarme sola aquí? De verdad que saldría de mi zona de confort…
Me voy a la cama con esa idea en la cabeza.

Cuando me despierto, tomo mi decisión. Se lo digo a Chloé y volvemos a Sofía donde pasamos una última noche.

Ahí estamos, frente al aeropuerto. Abrazo Chloé, le deseo mucha suerte, y la dejo irse, poniendo un punto final a esta ruta por Bulgaria.
Decidí quedarme.

Una vez sola, me di cuenta de lo que acababa de hacer, y cunde el pánico.
Estoy sola, en esta ciudad, sin alojamiento para la noche, sin mucho dinero y sin trucos para organizarme durante un viaje en solitario… Necesito actuar.

Vuelvo al centro para buscar un sitio donde comer cuando me encuentro con… ¡Una crepería francesa!
Nostalgica, entro. Una joven morena me recibe con una sonrisa hablándome en búlgaro. Balbuceo cuatro palabras para que entienda que no hablo su idioma, y se exclama “aaah pero eres francesa, que placer, me llamo Maria!”. Encantada de haber encontrado a alguien que hable mi idioma después de que Chloé, mi única referencia, se haya ido, hablamos un poco.

Tras contarle mi primera semana de ruta por Bulgaria, estoy lista para irme. Justo antes de pasar la puerta, le pido consejos para saber a donde dormir. Me dice que existen hoteles al lado pero que los precios pueden subir rápidamente, sobre todo durante esta temporada. Me propone entonces alojarme para el resto de la semana a cambio de un poco de ayuda en la crepería el miércoles y el sábado.

Al principio no me fiaba ya que no la conocía de nada, pero acabo por aceptar. Fue tan simpática conmigo y parece conocer la ciudad tan bien, que estoy segura de que mi estancia será más agradable si la paso con ella que sola en un hotel.

Llegadas a su casa, MAria me presenta a su pareja, y cofundador de la creperia, Timotei. Como ella, es muy simpático y me acoge con mucha bondad.
Me enseña mi habitación y me deja instalarme.

Mis cosas están guardadas en el armario, me voy con Maria a la cocina de donde sale un olor delicioso. sintiendolo, me acerco y digo: “Wow, que bien huele aquí! ¿Qué prepara?” Maria se da la vuelta, sonríe, “sarmis” pronunciándolo con un acento bulgaro, “y tutéame por favor”.
Disfrutamos de este momento para hablar de todo y de nada, y me explica que los sarmis son hojas de parra rellenas, una especialidad local.
Timotei se une a nosotras, y me explica durante la cena, con un aire soñador de donde sale el proyecto de crear una crepería en Sofía.

Me acuesto agradeciéndoles a los dos por su generosidad. En una sola noche con ellos, locales, tengo la impresión de haber aprendido mucho más que en una semana visitado la ciudad que cuando estábamos de ruta por Bulgaria con Chloé. Nada más que dormir en casa del habitante y no en el hotel, marca toda la diferencia. Me siento más metida en la cultura local, tengo ganas de ver lo que me reserva el resto de la semana.


El principio de la verdadera aventura, la aventura en solitario:


Cuando me despierto, encuentro a Maria en la cocina preparando lo que parece ser banitsa, un pastel tradicional búlgaro.
Me propone ayudarla. Acepto, curiosa de aprender a cocinar esta especialidad. Escucho con atención sus consejos “para mi, lo que hace la diferencia es el trabajo de la masa, pero cada uno su truco de abuela. Algunos meten más queso, otros prefieren el yogurt. Es una decisión muy personal”.

Me explica después una tradición: “Para celebrar el año nuevo, la tradición es escribir deseos en papelitos que enrollamos en las ramas de cornejos y que metemos en la masa. Durante la cata, damos vueltas a la banitsa y cada uno coge el trozo que tiene enfrente. El deseo inscrito se convierte en una promesa para el año que viene”.

Cautivada por lo que me cuenta, me doy cuenta de que solo una local podía enseñarme estas cosas, y aunque eche de menos a Chloé y nuestra ruta por Bulgaria, estoy contenta de haberme quedado.

Me propone luego una visita guiada de la ciudad para descubrir los secretos que podía haber faltado durante mi primer día rápido en la capital.

Volvemos por la noche cansadas pero encantadas con todo lo que he aprendido. Para el día siguiente, Maria me aconseja dos ciudades que visitar, ubicadas a 1h45 de Sofía: Plovdiv y Rila.

Después de una buena noche, decido aventurarme a Rila para descubrir su espléndido monasterio. Me quedo sin palabras con la originalidad y el esplendor de esta. Sus grandes bóvedas, decoradas y el sitio donde se ubica el monasterio me dejan admirativa.
Aprovecho de este día en solitario con únicos sonidos los de la naturaleza (y algunos turistas ya presentes), y me doy cuenta de la felicidad que siento en ese momento. Estoy aquí, sola, en otro país: todo va bien. Adiós la carga mental de cotidiano, y a todo que organizar con antelación. Me siento libre, fuerte y capaz de todo. Es tan diferente de la ruta por Bulgaria con Chloé.

Inspiro profundamente y me siento llena de plenitud (ya sé, parece una película), pero es lo que sentí. Disfruto del ámbito y vuelvo en dirección de Sofía, con las ganas de compartir mi día con Maria para darle las gracias por la idea.
La semana pasa poco a poco, y Maria me da cada día algunas ideas de actividades, lugares que ver y visitar. Cumplo como previsto mis dos días en la crepería en cambio del alojamiento. Aprovecho también de sus talentos culinarios para aprender más sobre los platos típicos de la zona, al mismo tiempo que me cuenta sus recuerdos de su vida en Francia con diferencia a la de aquí, en Sofía.

Cuando se acerca el fin de mi viaje, estoy conmovida con la idea de volverme. No sé si respeté los 10 mandamientos para dormir en casa del habitante, pero de todas maneras, esta semana en casa de mis anfitriones ha ido de maravilla. Me hubiera quedado aún más tiempo al final…

Maria y Timotei me acompañaron al aeropuerto, les di las gracias muchas veces y me abrazaron antes de decirme adiós. Les agradezco una última vez por todo lo que han hecho por mí, y les propongo ir a visitarme en Francia, cuando quieran.

Me voy a tomar mi avión con la cabeza llena de recuerdos, que, hasta hoy, me llevan a viajar más y más para descubrir otras Maria por el mundo gracias a todas estas plataformas de couchsurfing que se han desarrollado estos últimos años.

Entonces gracias Maria, gracias a ti he vivido una aventura inolvidable que ha sido mejor que mi ruta por Bulgaria con Chloé, aunque también estuvo bien.


Traducido del francés por Inès El Aoufir

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